Este texto fue escrito por Agustina Villella y publicado originalmente el domingo 23 de febrero de 2025 en el newsletter de un proyecto platense que estimamos mucho, Cariño, que supo ser una galería, una librería, siempre fue una editorial y también una plataforma para dialogar en torno a los libros.
Las librerías independientes, de barrio, pequeñas, también tienen una mesa central. No necesariamente todos los estantes orbitan a su alrededor pero se torna especial porque allí residen libros seleccionados. Diferentes motivos los orillan a ocupar ese espacio: son novedades, es una curaduría específica por coyuntura o son remates. Pero lo que quiero contar aquí es sobre un nuevo tipo de mesa: la de regalos.
Uno de los mayores retos en las librerías es poder llamar la atención de les lectores. Libros que no conocían y se les presentan como apariciones y necesidades ocultas. En cuestión de pedir atención no hay leyes y en El Entusiasmo (la librería que tenemos con mi amigo Samuel) ideamos una forma nueva e indirecta de fidelizar clientes y que los títulos les coqueteen. Es tedioso pensar el comercio editorial aferrado a las novedades que llegan sin cesas así que, de vez en cuando, quitarle el privilegio de las luminarias al libro recién llegado nos provoca cierto respiro. El foco, en una librería, también puede residir en las mesas.
En el primer recorrido visual de la librería la mirada suele reparar en la mesa y el cuerpo se acerca casi instintivamente, tal vez por la comodidad de ver portadas y no insignificantes lomos. En las librerías que me gusta visitar hay algo distintivo siempre en esas mesas y es menester descubrir rápidamente el motor que los nuclea. Trabajé en una librería donde formábamos mesas por los colores de portadas e inesperadamente creamos nuevas redes de asociación porque el poemario editado hace cinco años salía del estante para precipitarse al lado y de frente con la novela de autoficción del momento y también de varios fanzines.
El primer cumpleaños
Hace unos años, una lectora amiga nos preguntó si podía hacer su lista de regalos en El Entusiasmo. Esa petición sencilla nos llevó a pensar el lugar que le daríamos a sus deseos, ¿Sería sólo virtual? ¿Un listado compartido en redes sociales? ¿Le dedicaríamos espacio a los gustos de una sola persona? No sabíamos como lo haríamos pero le propusimos que llegara a seleccionar las lecturas que quería que le regalasen para su próximo cumpleaños. Naturalmente creó una pila de libros que también, naturalmente, colocó en la mesa central porque era lo más cómodo. La disposición de los objetos por parte de nuestra amiga respondió nuestras preguntas y así surgió la mesa de regalos, distinta y más estimulante que la impersonal wishlist de Amazon o la de los casamientos en tiendas enormes.
Luego de esa primera petición y probando con otros muchos cumpleaños fuimos mejorando la dinámica de las mesas para les cumpleañeres y también entendimos qué generaba esa sencilla propuesta en el espacio y en les lectores.
La línea directa
Le lectore que cumple años y arma su mesa transita un estado completo de éxtasis. Muchas veces nos han dicho que se sienten como niñe en juguetería. Si pudieras elegir veinte libros que te gustaría obtener de tu librería de confianza ¿Cuáles serían? Notamos que la selección no está regida por la tiranía de la novedad sino por el deseo puro del lectore. Desde la librería visibilizamos que la mesa es de tal persona y en el mejor de los casos sus seres querides mandan un mensaje por redes sociales o llegan preguntando por sus libros seleccionados. Aquí aparecen dos factores comunes a todes les festejades: la sorpresa a medias y la decisión cuidada. Le cumpleñere no recibirá títulos inesperados1A veces hemos sumando nuevos ejemplares en mesas que rápidamente se ahuecan, libros que fueron descartados en una segunda selección u otros que sabemos (porque conocemos a la persona) que le gustarán por la temática o por la editorial. Hasta el momento esa intromisión siempre nos ha salido bien. pero no sabe quién optará por cual. Esa incógnita, desconocer al autor del regalo, suma a la sorpresa. Por otra parte, quien regala no se abruma por el catálogo general de la librería sino que decide por conocimiento, precio o recomendación nuestra sólo de los títulos que ya sabe que a le cumpleañere le gustarán.
El desborde
Hasta el momento, hemos dispuesto mesas para ilustradoras, lectoras muy formadas, poetas jóvenes, maestras de literatura, personas semi desconocidas y una niña que festejaba sus once años. Siempre se arman una semana antes de la fecha de cumpleaños y nosotres entregamos todos los libros envueltos luego del festejo o cuando sea solicitado.
La mesa cumpleañera, por central, se convierte es un punto de referencia y de autoridad. Aunque no lleva cartel, ni título, ni nombres propios es inevitable que otres lectores, ajenos a que es una selección puramente personal, la observen y compren libros que están en esa exhibición. A este tipo de recomendación la llamamos indirecta y es la que nos provoca felicidad como libreres, porque más allá de los libros que queremos o necesitamos vender, la elección mediada por otre lectore es transparente, no está atravesada por el ritmo comercial y es inesperada.
Copiar
En esta cadena afectiva (como dirían las Coníferas Tropicales) del libro independiente es necesario juntarnos, conversar entre colegas afines, replicar iniciativas y mirar la tienda de al lado.
¿Qué hace una librería que me gusta y puedo copiar? Sería una profunda mentira aseverar que no estamos atentes a lo que hacen las otras librerías, por ese motivo y haciendo uso de la potencia de la réplica, animo a les colegas a que armen las mesas de regalos de sus comunidades lectoras. Une lectore feliz significa muchas personas cómplices detrás.